Robert Kennedy dijo en
1968 que nuestro PIB lo mide todo excepto lo que hace que valga la pena
vivir la vida. Hoy su afirmación parece más actual que nunca, y es que,
sin querer desconocer la relevancia que tiene el crecimiento económico para los
países más pobres, no podemos dejar de cuestionar sus bondades considerando los
límites objetivos del planeta .
Robert Kennedy dijo en 1968 que nuestro PIB lo mide todo excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida. Hoy su afirmación parece más actual que nunca, y es que, sin querer desconocer la relevancia que tiene el crecimiento económico para los países más pobres, no podemos dejar de cuestionar sus bondades considerando los límites objetivos del planeta .
La promesa de felicidad futura que el crecimiento ofrece, no alcanza a vislumbrarse hoy, pese a que en las últimas décadas se ha triplicado el consumo, y contamos con un acceso a bienes y servicios impensables tiempo atrás.
En lo que respecta al panorama ambiental, el escenario es ciertamente complejo, pues el consumo de recursos tiene “efectos secundarios” de muy alto costo. Lo que se gana en cuanto a acceso a bienes, se pierde a largo plazo porque la producción intensa del presente, consume los mismos recursos naturales de que proviene y genera un nivel de polución que el medio ambiente no es capaz de tolerar, con todas las consecuencias de ello en la calidad de vida de las personas. De tal manera, ahora tenemos que gastar para resolver los problemas creados por el consumo de recursos, que justamente ha sido nuestro objetivo económico, con la eterna pretensión de crecimiento del PIB en aras a un bienestar utópico futuro.
Ciertamente, muchos de estos costos son evitables y desde esa perspectiva, la crisis medio ambiente-consumo, es también una oportunidad para la creación de nuevos negocios o para una reorientación de los que existen, pero esta oportunidad requiere una nueva forma de pensar: entender el mercado desde la perspectiva de la sustentabilidad, donde el cuidado ambiental no es un costo sino un ahorro, donde se busca la eficiencia en el uso de recursos y la sustentabilidad es una ventaja competitiva, que además mejora la condición del planeta.
Son infinitas las fórmulas para orientar o desarrollar negocios sustentables, tan vastas como la creatividad humana. A modo sólo ejemplar: la promoción en el trabajo de acciones que mejoren el bienestar y la salud de los trabajadores, su contacto con la naturaleza, el ejercicio y la alimentación sana, lo que habrá de redundar seguramente en una mejora la productividad, el compromiso y la permanencia laboral; incorporar materiales verdes durante las cadenas de suministro y procesos de producción de bienes y servicios; o vincular las prácticas sostenibles con la naturaleza del negocio, como el caso de las fabricantes de ropa que utilizan tejidos orgánicos y tintes naturales no tóxicos como definición del mismo. Otra forma eficaz de encontrar alternativas de transformación y promoción de la sustentabilidad, es considerar la perspectiva del cliente, revisar que ocurre con el producto una vez que sale de la línea de producción o es vendido al consumidor final, considerando su destino y la posibilidad de reúso y reciclaje de materiales.
La transformación que hoy se plantea como necesaria, no es enemiga del crecimiento, pero ciertamente cuestiona la noción que hasta hoy mantenemos del mismo, y nos invita a revisar la idea de desarrollo sustentable desde una perspectiva moderna y operativa, que permita hacer efectivos sus principios a todo nivel, en especial en los protagonistas reales de la actividad económica.
Macarena Muñoz V.
Abogado Especialista
Derecho Ambiental y Sustentabilidad
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